“Realizar un intercambio académico es para muchos un sueño de vida, para otros una meta a cumplir y para otros tantos solo algo de que presumir que han hecho, sin importar ello es importante decir que un intercambio académico -trátese de movilidad académica o de un intercambio como tal- es sin lugar a dudas una experiencia que cambiara la vida de quienes lo realizan.
Es fácil pensar que Colombia es un país único, que muchas de las experiencias que vivimos en nuestro día a día son únicas y exclusivas de nosotros, más cuando se vive en una ciudad pequeña como lo es Pereira. Para muchos pasar de una ciudad con poco menos de 500.000 habitantes a una con poco más de 13’000.000 puede parecer un salto abismal y más si se trata de otro país. La realidad no podría ser más alejada. Si hay diferencias sustanciales en la forma de vida, la alimentación, los horarios que manejan ambas ciudades (o para el caso ambos países) y seguramente para quien nunca haya vivido (o sufrido según el caso) las estaciones será aún más complejo adaptarse, pero la raíz de la vida radica en ello, en adaptarse.
Un intercambio hará que veas de forma diferente algunas cosas, reorganices las prioridades de tus lazos afectivos, valores el calor del hogar, veas de forma diferente la forma de impartir las clases en tu universidad e inclusive la forma como se comportan tus compañeros.
Un intercambio se convierte en la forma más fácil de ver que el mundo ofrece aún más posibilidades de las que ya conoce, las estadísticas muestran que es más probable que un estudiante que vivido una movilidad académica considere ofertas laborales “más arriesgadas” fuera de su ciudad o más aun de su país, similar a lo que sucede con los jugadores de fútbol que pasan temporadas en equipos europeos y luego deben enfrentarse a sus excompañeros de equipo en un mundial, son menos temerosos que quienes no lo han hecho y por tanto tienen un mejor desempeño.”
Julián Villaquirán – Enero de 2015